Actualmente, las Sugar Skull y las Catrinas son muy populares como maquillaje, disfraces para Halloween y hasta como tatuajes. Sin embargo, no todo el mundo sabe que estas bellísimas imágenes provienen de las tradiciones mexicanas del Día de Muertos.
Las calaveritas de azúcar tienen su origen en las hileras de cráneos de los sacrificios que colocaban las culturas prehispánicas en los altares de sus dioses. Uno muy famoso es el altar tzompantli dedicado al dios del inframundo, Mictlantecuhtli. Tras la Conquista, los misioneros españoles trataban de inculcar los preceptos del catolicismo en los indígenas y cuando alguna tradición incompatible estaba muy arraigada, optaban por sustituirla; así trajeron la técnica del alfeñique con la que se empezaron a hacer las calaveritas de azúcar.
Las calaveritas de azúcar son un elemento indispensable y muy simbólico de los altares de muertos, sirven para recordar que la muerte es un elemento siempre presente en nuestra vida y lo único que tenemos seguro. También se acostumbra regalar estas calaveritas a los vivos, paradójicamente, este regalo es un deseo de larga vida o también el reconocimiento de que la persona que la recibe es tan importante que su huella en nosotros trascenderá a la muerte.
El aromático pan de muerto también es una calaca, es decir que las bolitas y patrones que tiene el pan, representan el cráneo al centro y a su alrededor el resto de los huesos.
Sin embargo, la calaca más famosa de todas es la Catrina, este personaje fue creado por el grabador y caricaturista mexicano, José Guadalupe Posada. El personaje es una calavera con un elegante sombrero francés con plumas de avestruz. Con esta ilustración que Posada llamó “Calavera Garbancera”, el ilustrador hacía una crítica a la sociedad de principios del siglo XX, en especial a los comerciantes de origen indígena que negaban sus raíces.
El nombre de “La Catrina” se lo da el pintor Diego Rivera, al incluirla en su mural “Sueño de una tarde dominical”, mural en el que podemos ver a la Catrina al lado de Frida Kahlo y de Diego Rivera representado como un niño.
También a finales del siglo XIX y principios del XX —lo que en México se conoce como el Porfiriato porque abarca los 30 años de gobierno de Porfirio Díaz—, otro tipo de calaveritas se hicieron muy populares: las calaveritas literarias. Estos son textos en verso escritos a manera de epitafios, que narran con humor cómo ha sido la hipotética muerte de alguien o bien cómo una persona se ha escapado de la muerte. Las hay largas y las hay muy cortas, pero siempre muy jocosas y a veces se acompañan de algún dibujo también. De hecho, la Catrina de Posada era la ilustración a sus calaveritas literarias de 1913.
Es evidente que las calacas y las calaveritas tienen una larga tradición y arraigo en la cultura mexicana. Y la Catrina nació ligada a una tradición literaria más reciente, pero ha adquirido un lugar importante entre los elementos propios de las celebraciones del Día de Muertos.