No es nada nuevo declarar que el reciclaje de residuos forma parte del día a día de la gente normal y corriente desde hace tiempo, por lo menos en esa parte del planeta conocida como primer mundo. En colaboración con los gobiernos y las instituciones, desde las escuelas y centros educativos se trata de fomentar una conciencia ecológica pensando de manera global en el planeta. A pesar de que las iniciativas para preservar el medioambiente son muy numerosas en todo el mundo, no siempre alcanzan el nivel de eficacia deseado por mucho que los organismos internacionales se esfuercen en que así sea.
Piensa globalmente, actúa localmente
Es seguramente uno de los eslóganes que más circulan por ahí aunque no siempre se tiene en cuenta el significado de sus palabras. A decir verdad son muchos quienes piensan que por tener el carnet de algún organismo o de alguna ONG internacional, se convierten automáticamente en activistas comprometidos. Por desgracia, no siempre es así. Gestos simples como seguir las instrucciones de las etiquetas de los envases o comprar un libro en la librería del barrio, encierran un mayor respeto por el hábitat.
En ambos casos, se trata de actos cotidianos cuya práctica tarde o temprano acabará influyendo de manera beneficiosa en el medioambiente. De hecho, según los especialistas competentes en el sector, el inicio en el ciclo del reciclaje se encuentra en los consumidores quienes, más allá de reducir el consumo o reutilizar aquello que ya tienen, actúan reciclando la basura generada clasificándola según el tipo de residuo y depositándola en el contenedor correspondiente.
Activistas sin saberlo
Lamentablemente en el caso de las llamadas reciclandantes (combinación de las palabras reciclaje y andantes), no fue ninguna campaña de concienciación ecológica lo que las llevó a recoger residuos sensibles de reciclaje. Estas mujeres bolivianas – en su mayoría indígenas aimaras – ante la falta de recursos y la necesidad de conseguir alguna entrada económica para sacar adelante a sus respectivas familias, empezaron a acudir a los basureros y a los contenedores cercanos a sus casas para buscar materiales plásticos o envases que se pudiera reciclar. Ellas vieron una oportunidad en la recolección de objetos de plástico y latas de cualquier forma o tamaño, así como de botellas de PET – tan numerosas como diseminadas por todas partes – que les podría brindar la manera de generar su propio dinero.
Proyecto Basura Cero
Según datos ofrecidos por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional, se estima que Bolivia (un país que no alcanza los 12 millones de habitantes) genera algo más de 7.000 toneladas de basura al día, de la que se recicla apenas el 4%, cuando sería posible aprovechar el 80%.
Si estos datos se relacionan con la labor en solitario realizada por un grupo de mujeres, alejadas de cifras y porcentajes, que han estado trabajando por su cuenta y recolectando material susceptible de ser reciclado en diferentes barrios de La Paz, se entiende a la primera porque desde la Agencia pensaran en el país latinoamericano como candidato para uno de sus proyectos más exitosos.
La unión hace la fuerza
Según explica una de las asesoras del proyecto, Rocío Maldonado, «el objetivo es agrupar a estas mujeres para que recolecten mayores cantidades de plásticos entre todas y vendan el material directamente a las empresas a un precio más conveniente. Además, el proyecto busca coadyuvar al trabajo que desarrollan a través de la visibilización y la dignificación del trabajo que ellas hacen». Gracias a esta iniciativa las reciclandantes están aprendiendo a trabajar en equipo y dejar de verse como competidoras entre sí.
Si bien los puntos de recolección siguen siendo por ahora las casas de las reciclandantes, se espera que en un futuro no demasiado lejano, se consiga instalar un centro de acumulación de residuos en un espacio común para que las mujeres los lleven allí, evitando los peligros y la insalubridad que derivan de las basuras.