Entre las poblaciones peruanas de Nazca y Palpa descansa uno de los más grandes misterios arqueológicos de todos los tiempos. El desierto, uno de los más áridos del planeta, fue el hogar de la cultura Nazca, que entre los años 200 a.C. y 600 d.C. creó un conjunto de gigantescos geoglifos, solo visibles desde cierta altura, que forman figuras animales, humanas y geométricas.
Desde que los arqueólogos empezaron a estudiar las figuras, en los años treinta del siglo XX, se han sucedido decenas de teorías sobre su creación, su significado y, sobre todo, su utilidad. Hoy sabemos con bastante certeza que los habitantes de la zona crearon los geoglifos retirando las piedras enrojecidas de la superficie para que se viera la arenisca blanca que se encuentra debajo, pero ¿qué les llevó a crear esas gigantescas figuras?
En un principio los arqueólogos pensaron que las líneas no eran más que caminos, pero más tarde cobraron más fuerza otras teorías que aseguraban que las figuras constituían “centros de adoración”, pensados para agradar a una divinidad situada en las alturas, e, incluso, formaban un gigantesco calendario, que tenía como propósito apuntar al sol y los cuerpos celestes.
Existen cuatro tipos diferentes de figuras que tienden a agruparse en diferentes rutas, todas ellas con el mismo destino: la ciudad de Cahuachi. Hoy solo queda en pie una pirámide, pero entre el año 1 y el 500, cuando la urbe vivió su esplendor, era un centro de peregrinación de primer orden y, a todas luces, capital de la cultura Nazca.
En 1968, el escritor suizo Erich Von Däniken publicó su libro Recuerdos del futuro, en el que aseguraba que en la antigüedad el hombre había contactado con extraterrestres. Fue entonces cuando se popularizaron las líneas de Nazca y se asociaron a estas todo tipo de fenómenos paranormales. En opinión de Von Däniken, las líneas eran pistas de aterrizaje para las naves alienígenas. Aunque la teoría no tenía ni pies ni cabeza, su libro fue un superventas y, desde entonces, la mayoría de la gente piensa que las líneas de Nazca solo pueden divisarse desde las alturas, algo que es falso, pues todos los geoglifos pueden verse desde las colinas cercanas.
Según los arqueólogos actuales, las líneas se crearon en un principio por motivos puramente rituales, pero más tarde fueron colocándose a lo largo del camino que llevaba a Cahuachi. Estas figuras no servían para señalizar el camino de peregrinación, que debía estar bien marcado, sino para animar las vistas desde este, dándole además un sentido ritual.
El área de los diseños, de aproximadamente 500 km2, en 1970 fue declarada zona protegida, para evitar el deterioro de las líneas de Nazca son Patrimonio de la Humanidad.