jueves, 30 de septiembre de 2021

Los Piratas (3A-3B)

 Los piratas son figuras que el cine y la literatura han tratado siempre con mucha simpatía, y que han representado como aventureros de los mares. El fenómeno de la piratería es tan antiguo como la navegación y si estudiamos su historia podemos ver que existieron en todas las épocas. Hay combates de piratas en el antiguo Egipto, en Grecia, en Roma, entre los vikingos y los berberiscos.


Pero los piratas más famosos son los del mar Caribe que combatían entre las islas de las Antillas en la época posterior al descubrimiento de América. Se concentraron en el Caribe por varias razones. La más importante es que en las nuevas colonias americanas los españoles encontraron inmensas cantidades de oro y plata que enviaban a Europa por mar. Las naves viajaban cargadas de tesoros y antes de cruzar el Atlántico tenían que cruzar el mar Caribe, una situación ideal para el ataque de los piratas. La segunda razón es que el caribe es un mar poco profundo, ideal para la piratería porque abundan las islas donde los piratas podían vivir, esconder fácilmente sus embarcaciones, preparar los asaltos y guardar los botines.
Todos tenemos presente la imagen de hombres de barba y pelo largo con un ojo cubierto por un parche y la espada en la mano navegando en veleros que exhibían las banderas negras de la piratería con la calavera y las dos espadas cruzadas.
En realidad esta imagen simpática y romántica no corresponde a la verdad: los piratas eran bandidos del mar, ladrones sanguinarios y crueles que no tenían ninguna piedad por sus victimas que bien podían ser jóvenes marineros, mujeres o niños, ya que no solamente atacaban las naves sino también los puertos. Su única aspiración era robar tesoros para volverse inmensamente ricos.
La piratería prosperó durante mucho tiempo también a causa de la protección que Francia e Inglaterra dieron a estos hombres. Como en aquella época estos países eran enemigos de España, crearon la figura de los corsarios, que tenían la autorización explícita del rey para robar y para saquear gracias a un permiso llamado "patente de corso" a cambio de una parte del botín.