El equipo de coordinación del volcán de La Palma trabaja con todos los escenarios posibles: desde los más destructivos a los menos lesivos. Sin embargo, el comportamiento actual y la historia de la zona indican que el más probable es una erupción continuada no explosiva que se prolongará semanas. La más larga conocida fue en 1585 y duró 84 días; la más corta, la de 1971, se mantuvo 25 días.
Raúl Pérez, geólogo, sismólogo e investigador del Instituto Geológico Minero de España (IGME) explica: “En teoría, cualquier vulcanólogo diría que ninguna erupción es similar y todas tienen su particularidad. No obstante, estamos encontrando características que son bastante convergentes con las históricas en la zona de Cumbre Vieja: las coladas [mantos de lava] salen a favor de la dorsal y el magma utiliza la fracturación del terreno para encontrar un camino de escape más fácil. Esto, de alguna manera, puede ayudar a que las explosiones no sean más violentas porque, si ya tienes un camino hecho con fracturas extensionales, es más probable que, cuando sale la lava, tenga un comportamiento menos violento”.
Ana Crespo Blanc, catedrática de Geodinámica de la Universidad de Granada, coincide con Pérez e insiste en que, teniendo en cuenta las erupciones anteriores en la zona, “lo más probable es que se produzca una acumulación de lava que llegue hasta el mar, donde se enfriará y puede que amplíe incluso el tamaño de la isla”.
Los científicos rechazan los escenarios más catastróficos, como por ejemplo el origen de un tsunami que pueda llegar a las costas de las Américas con una altura de hasta 25 metros como predijeron que ocurriría en futuras erupciones Steven Ward, de la Universidad de California, y Simon Day, del University College de Londres, hace 20 años.
El geólogo Raúl Pérez también descarta el escenario descrito por Ward y Day: “La erupción no está acompañada de fenómenos de una elevada violencia. Para que hubiera un colapso de la caldera, los volúmenes que tendrían que estar involucrados serían enormes y no es el caso”.
“Sí se tiene en cuenta”, según relata el geólogo, “la posibilidad de que una pequeña interacción del magma con el agua pueda producir alguna explosión”.
La vuelta a la normalidad para los más de 6.500 vecinos desalojados no será inmediata tras la interrupción de la expulsión de lava. Habrá que esperar a que se enfríe y se estabilice el terreno afectado, analizar los daños en infraestructuras, los riesgos de recurrencia, los niveles de gases tóxicos y las cenizas acumuladas, entre otros parámetros.
(Adaptado de El País)