Hugo ha tenido un día terrible. Después de dar un paseo fantástico por el parque, su novia, Catarina, ha roto con él sin darle ninguna explicación. Triste, entra en su salón y enciende la lámpara. Pero... ¡como una puñalada en el pecho! Todo le recuerda a su amada Catarina: sus libros, sus galletas de limón favoritas, su colección de jarrones chinos, la vela de vainilla y, por supuesto, la foto de Catarina en la pared. Es demasiado para él. Solo quiere olvidarse de todo, así que se deja caer sobre el sofá, alcanza el mando a distancia y enciende la televisión. Después, se sirve una copa de vino y empieza a beber. Agotado, se queda dormido en un santiamén.
Antonio, el ladrón del barrio, ha estado observando a Hugo a través de la ventana. Con valor, entra a hurtadillas en la vivienda, pero se choca sin querer con una silla cuando entra en el salón. Por suerte, Hugo no se entera y sigue roncando. Nada puede despertarlo. «Pobre Hugo», piensa Antonio para sí, y se sienta un momento en el sillón. Él también se sirve una copa de vino y se pregunta cómo podría ayudar a Hugo. Entonces, se le ocurre una idea brillante: se llevará las cosas de Catarina; así, Hugo se olvidará de ella en seguida. ¡Qué buen corazón! Deja la copa de vino sobre la mesa y se pone manos a la obra. Cuando lo ha metido todo en su saco, sale de puntillas de la casa.